La fuerza en mi fragilidad
El roció de las olas alivia mi ardiente frente, llenándome de una breve calma, unos segundos de paz.
El mar me llama, una y otra vez, envolviéndome en su abrazo refrescante; húmedo y salado.
Me inclino ante ella, confiada, consciente en cada momento de su aleatoria ira incontrolable.
En su majestuoso seno hay un peligro inherente. Ella me podrÃa aplastar y ahogarme, llevando me hacia sus profundos secretos, haciéndome suya eternamente.
Aun asÃ, me inclino más y más bajo, me entrego confiando, siguiendo la ruta que ella teje, hacia la posibilidad de una libertad que anhelo eternamente...